Este jueves verá la luz en la Federación Vasca una
entrevista que tuve el placer de hacerle a Juanjo Brizuela. Juanjo repite al
frente de la selección alavesa cadete y el próximo fin de semana intentará
luchar por conseguir un gran logro: ser
campeón de Euskadi.
Entrevistar a Juanjo es muy fácil, no precisamente
porque yo sea un crack en este tipo de actividades, desde el minuto uno ya te
facilita las cosas y te sientes muy cómodo con él. Es un tipo humilde que hace
poco basket pero que se esfuerza en él como si no hubiera mañana, le pone
corazón y pasión a cada segundo de entrenamiento, es capaz de ver cosas
positivas donde los demás apenas nos fijamos y en el banquillo es una persona a
la que no puedes dejar de mirar.
Nuestra relación se remonta a muchos años atrás,
cuando ninguno de los dos teníamos esas canas que ahora pueblan nuestras
barbas. Juanjo ya era una persona muy respetada en los banquillos (a pesar de
su juventud) y yo era un tierno bebe en pañales en esto del basket. Su hermano,
Txus Brizuela, fue nuestro vínculo común, otra persona a la que puedes odiar o
adorar pero que de este deporte sabe un huevo. Yo anidaba en el cuerpo técnico
que Txus dirigía en Arrasate y en muchas ocasiones departimos sobre basket los
tres. Bueno, sobre todo ellos porque yo bastante tenía con entenderles!!!!
Después llegó mi etapa de arbitraje y tuve la suerte
de tenerle en el banquillo local como entrenador. Correcto, educado pero firme
con los trencillas…., te decía que la habías cagado pero inmediatamente después
tenía un gesto amable para animarte. Una persona difícil de sacar de sus
casillas con un silbato en la boca, al menos para mí y para todos mis
compañeros en aquella época.
Como no podía ser de otra manera, comparte su vida
con otra persona maravillosa y que derrocha buen talante por todos sus poros.
Ana es una sufridora nata y ha apoyado y apoyará a Juanjo siempre, aunque esté
de basket hasta los mismísimos……., otra persona a la que siempre recordaré con
una amplia sonrisa en su boca.
La entrevista merece la pena. Habla de muchas cosas
que ahora no están muy de moda en esto del basket. Habla de ilusión, de ganas
de crecer, de buen rollo, de una empatía mágica con los chavales y con los
padres, de emociones que genera en sus chicos y de las que él mismo siente
cuando está con ellos.
En definitiva habla de su forma de entender la vida
aplicada a nuestro deporte.
Me fui emocionado, me costó concentrarme en el
partido de Liga Vasca que me tocaba ver. Me fui con la sensación de que no
estaba sólo en el mundo, que todavía quedamos unos cuantos frikis que nos hemos hecho fuertes en esto del basket.
Me encanta formar parte de ese colectivo de “entes raros” que no se rinden al
postureo y al egocentrismo,
Gentes que seguimos hablando de ilusión por el basket….,
no de resultados……