GBC está trabajando activamente en poner en orden
sus cuentas para volver a jugar en la ACB. El plazo acaba el día 15 de este mes
y tendrá que demostrar a los jerifaltes
de la mejor liga de Europa que tiene todo en regla. Yo no creo en los milagros,
pero hay que reconocer que en Donosti llevan unas cuantas temporadas viviendo
de ellos.
GBC es un equipo que ha descendido deportivamente en
tres de las cuatro últimas temporadas, pero se ha beneficiado de las renuncias (o no admisiones) de los equipos de
Leb Oro que habían conseguido brillantemente el derecho a estar. Esta
catastrófica última temporada ha pasado factura en las gradas de Illumbe en las
últimas jornadas de la competición, mucho cemento y poco seguidor, así que el
club tendrá mucha incertidumbre sobre cómo responderá la afición a un nuevo
proyecto deportivo en la élite.
La verdad es que yo me lo pensaría dos veces antes
de volver a lanzarse a la aventura de ACB, salir de cualquier manera puede
dejar herido de muerte el basket de élite en la provincia. Está claro que el
primer objetivo tiene que ser tapar ese cemento de la grada, ilusionar a los
seguidores y recuperar a los que se han “borrado”
asqueados de la mediocridad competitiva, cansados de jugadores que no dan la
talla y que sienten más bien poco los colores.
GBC tiene que ser capaz de reinventarse y dejar de
vender humo, tiene que ofertar algo atractivo, algo valiente, que llegue al
corazón de todo el baloncesto gipuzkoano para que todos nos volquemos con él,
para que dejemos de coger la autopista a Vitoria y lo hagamos en dirección a la
“Bella Easo”. Quizás un proyecto de élite gipuzkoano, con jugadores
gipuzkoanos, podría ser una apuesta valiente. Aunque deportivamente Gipuzkoa
estaría condenada a sufrir una temporada más y probablemente a estar en el pozo
de la liga, pero engancharía los corazones de muchos aficionados que han
decidido “pasar” del GBC.
A mí desde luego me ganarían. Pero yo sólo soy un friki que sigue creyendo en los milagros
y en un baloncesto que se ha pasado de moda, ese en el que los cojones y el carácter
compensan cualquier déficit de calidad y cualquier derrota por muy abultada que
sea.
Un baloncesto que tras una derrota te hace ir a casa
pensando “….joder….casi damos un susto….”
y no “…otra vez hemos hecho el
ridículo….”.
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Quiero saber que no estoy sólo, que el basket que yo
he sentido durante 32 años no ha muerto.
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