lunes, 11 de julio de 2016

Tres de cuatro

GBC está trabajando activamente en poner en orden sus cuentas para volver a jugar en la ACB. El plazo acaba el día 15 de este mes y tendrá que demostrar a los jerifaltes de la mejor liga de Europa que tiene todo en regla. Yo no creo en los milagros, pero hay que reconocer que en Donosti llevan unas cuantas temporadas viviendo de ellos.

GBC es un equipo que ha descendido deportivamente en tres de las cuatro últimas temporadas, pero se ha beneficiado de las  renuncias (o no admisiones) de los equipos de Leb Oro que habían conseguido brillantemente el derecho a estar. Esta catastrófica última temporada ha pasado factura en las gradas de Illumbe en las últimas jornadas de la competición, mucho cemento y poco seguidor, así que el club tendrá mucha incertidumbre sobre cómo responderá la afición a un nuevo proyecto deportivo en la élite.

La verdad es que yo me lo pensaría dos veces antes de volver a lanzarse a la aventura de ACB, salir de cualquier manera puede dejar herido de muerte el basket de élite en la provincia. Está claro que el primer objetivo tiene que ser tapar ese cemento de la grada, ilusionar a los seguidores y recuperar a los que se han “borrado” asqueados de la mediocridad competitiva, cansados de jugadores que no dan la talla y que sienten más bien poco los colores.

GBC tiene que ser capaz de reinventarse y dejar de vender humo, tiene que ofertar algo atractivo, algo valiente, que llegue al corazón de todo el baloncesto gipuzkoano para que todos nos volquemos con él, para que dejemos de coger la autopista a Vitoria y lo hagamos en dirección a la “Bella Easo”. Quizás un proyecto de élite gipuzkoano, con jugadores gipuzkoanos, podría ser una apuesta valiente. Aunque deportivamente Gipuzkoa estaría condenada a sufrir una temporada más y probablemente a estar en el pozo de la liga, pero engancharía los corazones de muchos aficionados que han decidido “pasar” del GBC.

A mí desde luego me ganarían. Pero yo sólo soy un friki que sigue creyendo en los milagros y en un baloncesto que se ha pasado de moda, ese en el que los cojones y el carácter compensan cualquier déficit de calidad y cualquier derrota por muy abultada que sea.

Un baloncesto que tras una derrota te hace ir a casa pensando “….joder….casi damos un susto….” y no “…otra vez hemos hecho el ridículo….”.

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Quiero saber que no estoy sólo, que el basket que yo he sentido durante 32 años no ha muerto.

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