jueves, 6 de octubre de 2016

Un domingo cualquiera

El domingo me lo tomé con calma, decidí no conducir y ver basket en mi pueblo, así que me dirigí a Musakola para ver al júnior de rendimiento del Ointxe contra el Añorga. El partido no tuvo demasiada historia y los locales, comenzaron con mucha fuerza y rápidamente se distanciaron en el marcador, se aprovecharon de un Añorga al que le costó mucho ponerse a jugar. La falta de continuidad en el trabajo y la débil concentración fueron los dos argumentos que esgrimieron ambos equipos en muchas fases del encuentro. Ointxe sumó una victoria fácil (77-58) y se mantienen invictos junto a Aitona y Easo Elkar liderando la clasificación, Añorga por el contrario sigue sin conocer la victoria y se encuentra en la parte baja de la tabla.

Poco que contar del partido, buenos detalles de ambos equipos con cuentagotas y poco más.

Pero independientemente de la buena o mala calidad del partido y de los equipos, volver a la cancha de Musakola siempre es un placer. Es una cancha mítica del baloncesto de Arrasate, un lugar en el que he podido vivir grandes momentos y que siempre ha sido talismán para el Arrasate Saski-Baloi. En ella se inició mi pasión por este deporte y en ella pude aprender muchísimo al lado de referencias muy importantes dentro del baloncesto local.

Una de ellas estaba presente el domingo, Balza sigue todavía al pie del cañón y colabora con el equipo júnior. José Mari Balzategi es una institución en Arrasate y en el mundo del basket gipuzkoano. La temporada pasada fue uno de los galardonados por la Federación Gipuzkoana en su 75 aniversario, una buena manera de reconocerle el esfuerzo que siempre ha hecho porque el baloncesto de Arrasate creciera y estuviera en la órbita de los mejores de la provincia. Genio y figura, una persona que te puede caer bien o mal pero que nunca te deja indiferente.

Su faceta como entrenador la he admirado siempre. Podrá ser mejor o peor, pero siempre lo ha dado todo por su equipo y además desde un prisma que a los “jóvenes” técnicos se les olvida muy a menudo: el lado humano. Siempre ha conseguido que sus jugadores se entreguen y crean que pueden ser mejores, un motivador nato que predica con el ejemplo. Siempre ha tenido un gesto amable después de cada bronca y siempre se “ha levantado” después de cada derrota para seguir creciendo. Un ganador condenado a luchar siempre en las cavernas del basket.

Como directivo un líder, con una capacidad de gestión del recurso escaso espectacular y digna de elogio. Con él al frente el club cerrajero consiguió postularse como uno de los mejores clubes de la provincia en la década de los 90, cuando la estructura del club era de 11 equipos (6 masculinos y 5 femeninos). Grabado queda a fuego en nuestros recuerdos la primera temporada de vida de la liga EBA en la que el baloncesto de Arrasate estuvo presente, allá por la temporada 94-95, cuando esa competición era verdaderamente importante y no en lo que la ha convertido ahora la FEB.

Personalmente le tengo un enorme respeto y aprecio. Sigo pensando que es el presidente que necesita ese club y la única persona capaz de sacar adelante un proyecto globalizado en la comarca del Alto Deba. Por “desgracia” para el baloncesto ha sido y es un enamorado de su trabajo al que le pone la misma pasión que cuando está en los banquillos.


Todavía sigue al pie del cañón, con poca disponibilidad y haciendo verdaderos esfuerzos por seguir enganchado a la pizarra, pero sigue. Para un servidor siempre es un aliciente poder saludarle y disfrutar de sus evoluciones en el banquillo, un domingo cualquiera.

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