He decidido olvidarme del último partido de mi
jornada particular del sábado, fue tan sumamente descafeinado que no tengo
intención de hablar de él. Sin embargo si quiero hacer un post sobre algo mucho
más gratificante, aunque el título pueda dar a entender lo contrario. Por la
mañana viví una segunda entrega de un derroche de pasión por el basket de una
persona a la que no conozco mucho, pero tras verla en “acción” en Azkoitia se ha ganado todos mis respetos y admiración.
El basket está lleno de gestas y de hazañas, en casi
todas han estado presentes nombres propios de un prestigio contrastado en
nuestro mundo del basket, gente que ha terminado ocupando un lugar preferencial
en la historia. Casi siempre estas gestas han tenido una repercusión mediática
importante y han servido para engrandecer el deporte de la canasta. Pero el
nombre propio protagonista de este post no ha batido ningún record de
anotación, no ha conseguido ningún título y posiblemente (ojalá me equivoque)
no tendrá cabida en ningún hall of fame. Simplemente es una persona
con el corazón roto porque no puede jugar a basket.
En los tiempos que corren suele ser difícil ver
personas con un grado de implicación alto con cualquier cosa, no corren buenos
tiempos para gente como yo que sentimos con pasión todo lo que hacemos, bueno o
malo. Por ello cuando vi a Maitane Yela,
postrada en la silla de ruedas, por primera vez en Vitoria, me sentí
reconfortado. Ver su actitud positiva, animando sin descanso a sus compañeras
durante todo el partido, me impactó mucho y despertó en mí un deseo
irrefrenable de saber más de ella. Entré en sus redes sociales y allí descubrí
que tenía una lesión importante que la dejaba fuera temporalmente de las
pistas, una auténtica putada máxime cuando su equipo se había ganado el derecho
a estar en la A1 en Liga Vasca.
Cualquier otra persona se hubiera “borrado” y se habría apartado de todo
maldiciendo su mala suerte. Pero Maitane no, ella está predicando con el
ejemplo y con su equipo a muerte allí donde vayan. No puedo ocultar que uno de
los motivos por los que acudía el sábado a Azkoitia fue ver nuevamente al
Araba, las alavesas me transmiten buen rollo en el campo, y cerciorarme de la
voluntad inquebrantable de Maitane de estar con sus compañeras. No falló, allí
estaba con su utilitario y se dejó
nuevamente la piel, la garganta,…….., lo dio todo por sus colores.
No mostró debilidad. Se mantuvo durante los cuarenta
minutos firme y esperanzada en sumar la primera victoria. Pero sus ojos
transmitían mucha tristeza, la tristeza de una luchadora que no puede sudar en
el campo junto a sus amigas y compañeras. La tristeza de una persona que ama
tanto el basket que le duele el pecho cuando no puede hacerlo. La tristeza de
una persona a la que le duele más el alma que la pierna lesionada.
Me emocionó percibir ese tipo de tristeza. Puede
parecer cruel, pero es la realidad. Es la tristeza que he sentido yo mismo
muchas veces, cuando la mala fortuna se cruza por tu camino y te obliga a
alejarte de tu pasión. Saber que no estás sólo en este mundo es muy
reconfortante.
No le voy a mandar ánimos ni le voy a transmitir mis
parabienes…., no los necesita, Maitane sabe que todo tiene un principio y un
final, sabe que queda un día menos para que abandone ese último modelo de
transporte. Solamente le voy a decir que me encantan esos sentimientos que hace
visibles para todo el mundo. Gente como ella es la que realmente necesita este
deporte. Queda un poco menos para que tu corazón deje de estar roto.
Siento mucha envidia de tu entrenador, que placer
tiene que ser para él poder entrenarte.
Vuelve pronto, el día que lo hagas yo estaré allí
para hacerte fotos y grabar en video el después.
El antes ya lo tienes.
Impresionante publicacion, soy Josema Alcantara, hombre de baloncesto, Femenino para mas señas, y me ha encantado tu atención y puesta de miras en esta niña y su situación.
ResponderEliminarTe felicito sinceramente de corazón y por supuesto le deseo lo mejor a Maitane, a su preparador, que es un grande y al club por reinventarse de nuevo.