El título parece “punki” pero realmente hay veces que
me hago esa reflexión. En lo deportivo parece que nuestr@s hij@s son realmente HIJ@S
cuando destacan o son parte fundamental de un proyecto. Cuando esto no sucede
la pérdida de interés de un porcentaje altísimo de los progenitores va en
aumento, algo bastante entendible y muy relacionado con los valores que somos
capaces de inculcar en su infancia. Solemos sintetizar el deporte con gestas y
logros pero cuando no llegan, y se reducen a la participación, la tendencia es
a restarle importancia al esfuerzo que hacen nuestros niñ@s / adolescentes.
Visito con asiduidad pabellones de todos los tipos y
colores, unos en los que se desarrollan las competiciones punteras pero otros
en los que el resultado no deja de ser una mera anécdota (al menos para mí). He
de reconocer que en casi todos la presencia de progenitores es muy abundante, algo
impensable cuando uno practicaba deporte, por suerte el poco absentismo en esa
faceta nos indica que hay un nivel de compromiso alto por parte de l@s padres y
madres.
Pero esa
enorme afluencia hay que separarla en dos grupos:
1.-“Mi hijo es el puto amo” / “la puta
jefa”
2.-“A ver si somos capaces de hacerlo mejor y
disfrutamos de l@s chaval@s”.
En el primer grupo se encuadran aquellos
progenitores que están ávidos de victorias (y de que sus hij@s sean los
responsables de ellas). En el segundo los que entienden el deporte como una
simbiosis colectiva capaz de alcanzar una victoria con los maravillosos valores
humanos del deporte presentes (esfuerzo, sacrificio, generosidad colectiva…..).
Estos últimos son aficionad@s respetuos@s con el esfuerzo de tod@s l@s
participantes en el juego, con sus ramalazos de pasión por supuesto.
Pero l@s primer@s dejan fluir su enorme sabiduría y
conocimiento sobre el arbitraje, el entrenador local, el entrenador (jugadores
y aficionados) visitante……, se permiten el lujo hasta de cuestionar si el
método utilizado por el responsable de la mopa es el adecuado.
Por lo general sus hij@s (much@s que no tod@s) se
suelen manifestar en el campo con el mismo nivel de exigencia para con los
demás y con una capacidad de autocrítica bastante escasa. Lógico y normal si
son el reflejo de lo que “maman” en
su casa. Se dirigen a los colegiados con prepotencia y menosprecian con actitudes
poco educadas a sus rivales. No nos engañemos, esas actitudes más que cuestionables
también se reproducen en el día a día y suelen ser las causantes de “movidas”.
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