sábado, 14 de agosto de 2010

DEVOCIÓN VERDINEGRA (I)

Los que me conocen un poco saben que además de ser un friki en esto del basket (pero no de esos que salen en la tele ¿eh?) mi corazón es verdinegro de toda la vida. Por ello, quiero hablar del mejor jugador del mundo: Jordi Villacampa.

Cuando yo empecé a sentir la llamada del basket hace ya más de 25 largos años, en la televisión sólo podía ver el basket de la “primera” (entonces la 2 y los canales autonómicos eran pura utopía) Madrid y un poco el Barça eran los equipos que en aquella época podía ver en competiciones europeas los miércoles (el fin de semana sólo había “funbol”) y, ocasionalmente solían transmitir los partidos de Copa (siempre que jugase el Madrid o Barcelona claro está) Es entonces cuando comenzó mi adicción a la Penya.

El Joventud en aquellos tiempos no “pillaba” nada. Condenado a caer siempre en semifinales de cualquier competición o al cuarto o quinto puesto en la Liga, comenzó a despertar en mí una especial atracción (lo mío siempre ha sido estar con los “pobres” que le vamos a hacer) y en especial un joven escolta con una clase excepcional.


Manel Comas le hizo debutar con el primer equipo a los 17 años en el Palau, en la final de la Korac en el año 81 contra el Carrera de Venecia obligado por la enorme carga de faltas del equipo. 0-3 fue su actuación de esa noche y uno de esos fallos casi le cuesta el partido a los de Badalona. Finalmente consiguieron imponerse en el periodo extra, pero Villacampa arrastró toda su vida el NO ser un jugador determinante en partidos apretados. La verdad es que pocas veces fue el autor de una canasta decisiva y eso (para un jugador con sus condiciones físicas y técnicas) no se lo perdonaron los periodistas de la época.

La verdad es que Jordi fue un jugador acojonante. Elegante, trabajador y terriblemente correcto en la pista. Ofensivamente uno de los mejores penetradores (por no decir el mejor) nacionales de aquella época. Si bien en sus primeros años su tiro era su principal debilidad, fue puliendo su mecánica hasta convertirse en un tirador con unos grandísimos porcentajes. Por supuesto que nunca alcanzó la efectividad de Margall, pero siempre estuvo en el Top-5 de los mejores anotadores de la liga.
 
Madrid y Barcelona le cortejaron, pero el siempre fue fiel a su ciudad y a su club. De bien nacidos es ser agradecidos dicen y Jordi hizo bueno ese dicho: Sus 21 años en la élite vistió la camiseta verdinegra. Su palmarés con la Penya es espectacular:
  • 1Copa de Europa (1994)
  • 2 Ligas ACB (1991 y 1992)
  • 2 Korac (1981 y 1990)
  • 1 Copa del Rey de (1997)

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