El enfrentamiento entre Araba y Gipuzkoa
partía con el aliciente de saber quién de los dos equipos se haría con el
ansiado título de Campeón de Euskadi. Gipuzkoa tenía la obligación de ganar de
10 puntos, algo complicado (si no mejoraban las prestaciones dadas el día
anterior) pero factible de poderse hacer. Lamentablemente tan sólo en el tercer
cuarto fue capaz de dar su mejor imagen, insuficiente cuando los que tienes
enfrente están súper motivados y juegan en casa. 71-64 favorable a los
alaveses, justos ganadores del encuentro y justos Campeones de Euskadi.
Cuando eres mejor, sólo queda reconocerlo y felicitarles por su brillante
actuación.
El partido comenzó con un extraordinario respeto
entre ambos combinados, tratando de hacerse con el control del juego pero sin
adquirir excesivos riesgos. Los de Luis Comendador plantearon una defensa
presionante, muy intensa en las líneas de pase y buscando acortar el tiempo de
juego alavés en campo de ataque, la precipitación rival podría ser buena para
sus intereses. Su resultado fue bueno y los alaveses se mostraron bastante
incómodos en ataque a lo largo de todo el cuarto. Sin embargo la defensa
alavesa, a pesar de no adquirir demasiados riesgos, si fue más expeditiva, impidió
correr a los gipuzkoanos y les obligó a jugar en estático muchos minutos. Los
azules no lo hicieron mal pero no tuvieron recompensa anotadora. Araba se llevó
el parcial por 17-14, un cuarto que podía haber ganado cualquiera de los dos.
Araba se lanzó a por todas en el segundo cuarto (los
gipuzkoanos entraron en una fase errática y comenzaron a perder balones)
abriendo una brecha importante en el electrónico que obligó a Comendador a
pedir un tiempo muerto para reconducir y serenar. Consiguió el objetivo, el
combinado azul se serenó volviéndose a posicionar correctamente en el campo,
endureció el trabajo defensivo y ello provocó una dispersión generalizada de
los locales que se fijaban demasiado en el arbitraje. Ofensivamente fue un
cuarto soso, aburrido, en el que los alaveses supieron gestionar un poquito
mejor sus opciones de anotar mientras Gipuzkoa convivía con un mal compañero de
viaje: los errores no forzados. Nuevamente 13-11 para los alaveses y cara de
preocupación de mis paisanos camino del vestuario.
Tras el descanso, la defensa zonal impuesta por
Gipuzkoa no acaba de ajustar y no recoge los frutos deseados. Araba se
encuentra cómoda atacando y su circulación de balón acaba desajustando una
defensa hecha sin demasiada pasión, los porcentajes de anotación son buenos y
además gozan de segundas opciones que matan
a los gipuzkoanos. Su trabajo defensivo también fue muy bueno y la incomodidad
ofensiva de los azules era total. Pero los alaveses se relajaron, algo que no
puedes hacer en un campeonato de éste pelo, vieron como sus rivales se
enchufaban al partido y además lo hacían tomando el control absoluto del juego.
Le dieron la vuelta al marcador y desplegaron un juego impresionante, el que
hubiéramos deseado ver durante más minutos. El impresionante parcial de 16-28
(en el momento más importante del partido) dejaba KO a los locales y les
dejaba a tres puntos de hacerse con el cetro. ¿Presenciaríamos el milagro?
Pues Markel Uriarte se convirtió en el
demonio particular del combinado gipuzkoano. El base baskonista asumió el
liderazgo de su equipo y en el primer minuto del último cuarto igualó el
marcador. Su momento de gloria había llegado y lo aprovechó al máximo llevando
en volandas a su equipo hacia la victoria. Los azules se bloquearon, no les
salía nada en defensa ni en ataque y vieron como todo el esfuerzo del cuarto
anterior se perdía para no volver más. La fiesta alavesa se desató en los
últimos dos minutos, con el control absoluto del juego y sabiéndose ganadores,
disfrutaron del logro que estaban consiguiendo ante la tristeza gipuzkoana.
25-11 de parcial y severo repaso el recibido en este último cuarto.
Gipuzkoa, como el día anterior, me dio la
sensación de que le pudo la responsabilidad y que fue incapaz de sacar sus
mejores virtudes (que las tienen), sufrieron un bloqueo demoledor a lo largo
del campeonato y no supieron sacudírselo para subir a los altares de la gloria.
Así es el deporte, no siempre gana el que mejor equipo tiene, gana el que mejor
juega en los momentos importantes. Este año no tocaba.
Araba un ejemplo de superación y de
ganas de reivindicarse. Un buen equipo que ha sabido rentabilizar su espíritu
en los momentos más importantes del campeonato. Hacía tiempo que un combinado
alavés no daba un rendimiento tan bueno. Brillantes campeones.
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