En las últimas dos temporadas se ha puesto de moda,
entre el colectivo arbitral, castigar el movimiento de pies más productivo que
existe. Pitar pasos ese recurso es una auténtica aberración, digan lo que digan
los trencillas y, sobre todo, los que les dirigen. Como todo recurso ofensivo
que va al límite del reglamento hay que ejecutarlo correctamente, pero como eso
provocaba muchos problemas pues mejor los pitamos todos y ya está.
No soy tan necio como para no reconocer que, en
muchas ocasiones, este movimiento está mal ejecutado por los jugadores. Dorsey
y Schorchianitis
son dos buenos ejemplos de ello. Su perfil de jugador te invita a pensar que
todos sus movimientos van a estar fuera de la legalidad, técnicamente
mediocres, pero físicamente son de otra galaxia. Han engordado sus músculos
hasta el infinito y esa es su única (que no es poca) ventaja sobre el resto. Si
consigues que no la hundan para abajo ya has conseguido prácticamente anularlos
y si les obligas a botar más de una vez pues violación seguro.
Sin embargo hay otros jugadores que son capaces de
sacar una ventaja infinita con los traspiés. Doblás es un ejemplo de
ello. Es unos de los “grandes” de la
ACB capaz de dejar clavado a su defensor ejecutándolo a la perfección. El
reverso con traspiés es su especialidad y el tío lo borda aunque,
lamentablemente, los árbitros castigan tres de cada cinco veces que lo ejecuta.
El bueno de David se resigna pero es perfectamente consciente de que es una
gambada arbitral como la copa de un pino. Bueno, él y todos los que manejamos
la pizarra.
El problema surge (a mi modo de ver claro) cuando no
eres capaz de determinar cuándo agota el bote un jugador. La mayoría
de los trencillas tienden a visualizar el balón, en un porcentaje altísimo de
las ocasiones, perdiendo la visión global del jugador lo que les produce la
sensación de que han hecho “algo raro”.
La reacción es pitar, ante la duda (y para no comerme un marrón) lo pito y me
curo en salud, castigando el esfuerzo del atacante por conseguir una ventaja.
Hay que recordar que la única manera de desplazarse con el balón por el campo
es mediante el bote y, que mientras lo ejecutas, puedes caminar, saltar e
incluso ir de rodillas si te apetece.
Que pase esto en la ACB pues bueno, va dentro de lo
previsto, soy de los que piensa que la liga profesional española (y cualquiera
del mundo mundial) no puede ser el espejo en el que los árbitros que pitan
formación se fijen, a pesar de que nos vendan la moto de que es la tendencia a seguir.
La uniformidad arbitral brilla por su ausencia, pocos son los tríos de árbitros
que son capaces de hacer un partido de una manera coherente. La gente que
dirige el cotarro arbitral está muy mediatizada por los clubes y en muchas
ocasiones las directrices que se marcan son difíciles de entender.
El traspiés es simplemente un ejemplo, porque
podríamos hablar de las responsabilidades en los contactos, de los pasos de
salida (influye el color y el historial que tengas en muchas ocasiones), de las
retenciones de balón en bote, control de banquillo………., un sinfín de
situaciones del juego que se administran de una manera diferente a la que se
tipifica en el reglamento del basket.
El reglamento se ha creado para poder desarrollar
dentro de unos parámetros coherentes la práctica del baloncesto. El colectivo
arbitral tiene la labor de interpretar ese reglamento también de una manera coherente,
sin beneficiar ni perjudicar al juego, sin distinción de nacionalidades ni
razas, sin preocuparse del nombre de los jugadores y de su trayectoria en la
liga……..
Que se pueden equivocar….., y se equivocan……., pero
si además no ponen el debido interés en pasar desapercibidos y encima la
administración del reglamento es incorrecta, pues seguro que el traspiés
seguirá siendo una violación para ellos.
Y eso que el arbitraje ACB es uno de los mejores de
Europa.
Líbreme el cielo de lo que puede ser un arbitraje en
otros países.
Tristemente siguen siendo un mal necesario y no unos
participantes más del juego.
Una pena.
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