Hoy he leído un par de mensajes de entrenadores que
se les está haciendo muy cuesta arriba el comienzo de la temporada.
Reflexionaban sobre la dureza del cargo y se lamentaban por la falta de
resultados positivos en estas primeras jornadas. Uno de ellos hasta se había
planteado abandonar todo y dedicarse a la vida contemplativa, algo que me
parece un poco exagerado máxime cuando, lo verdaderamente importante, no es
como se empieza si no hasta dónde eres capaz de llegar.
Los de la pizarra tenemos un problema importante,
siempre pensamos que el equipo que tenemos puede/tiene que dar un buen
rendimiento en la competición. Por lo general nos solemos guiar más por nuestra
propia ilusión que por la realidad deportiva que tenemos entre manos. Una
especie de hechizo nos hace pasar por alto las verdaderas cualidades de
nuestros jugador@s, es como si una venda invisible cubriera nuestros ojos y nos
impidiera ver que no tenemos caballos de carreras……, solamente burros con
capacidad de correr mucho.
Está claro que nuestra obligación es aspirar a lo
máximo ya que, de esa manera, alcanzaremos un peldaño más del que
verdaderamente nos correspondería en la competición. Pero lamentablemente se
nos olvida (muchísimas veces) que esas aspiraciones tienen (y deben) ser
compartidas por todos los miembros del equipo, por todos los padres/madres de
nuestros jugador@s, por todo nuestro entorno en general. Sin ese pleno
convencimiento estaremos condenados al fracaso, a la desesperación y lo peor de
todo….., que la plantilla pierda la ilusión por crecer desplazándose por los campos
dando una imagen vulgar y con muy poca dignidad.
Muchas veces, nos preguntamos cómo podemos motivar y
que la plantilla que disponemos haga suyos nuestros objetivos marcados. Resulta
muy complicado convencer a gente, que no se cree capaz de dar más, que puede
hacerlo y que es posible dar el 120% en todos los entrenamientos y partidos. Lamentablemente
no hay un método estándar, una fórmula que puedas aplicar de manera regular en
todos los casos, así que la pericia del míster es básica para triunfar o fracasar
en este tema.
Lo que está claro es que, resulta fundamental, un
conocimiento exhaustivo de cada uno de l@s integrantes del grupo en todos los
aspectos y no sólo en el deportivo, una labor oscura que muchas veces se nos
olvida o simplemente obviamos porque no consideramos importante saber cómo le
va lo extradeportivo a nuestros chic@s. Cuanta más amplio sea el prisma será mucho
más fácil establecer un modus operandi. No hace falta saber de qué color es su
ropa interior, pero si es importante saber cómo está su entorno y si hay
elementos que puedan dificultar nuestra labor deportiva.
Yo he vivido un par de esas situaciones de
frustración y en ambas opté por acabar de la manera más digna y finalicé la
temporada en las dos. Fueron dos situaciones con un denominador común en ellas:
me sentí aliviado cuando acabaron mis responsabilidades con esos grupos. Sentí
que había perdido el tiempo y un poco de mi salud pero me sentí orgulloso de
haber aguantado dentro del barco hasta el final. Soy de los que piensan que hay
que irse de los sitios con la cabeza alta, pase lo que pase.
Curiosamente fueron chicos en ambas, siempre son
tíos los que te generan mal rollo, discrepo con esa teoría que dice que las
tías son más complicadas de motivar. Las jugadoras son mucho más comprometidas
y tienen mucho más amor propio que los tíos. Aunque no te aguanten se parten la
cara por conseguir objetivos, aprietan los dientes y a morir.
Demasiadas vueltas a las cosas, a veces la
simplicidad y la complicidad son los mejores argumentos motivadores.
Lo dicho,
unos paranoicos…………..
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